Lugar y conjunto como bases para la creación de dramaturgias maquinales

Cuando se piensa en la forma de ubicar piezas, recorridos, páginas web, experiencias inmersivas, o activaciones performativas lo que aparece es una serie de niveles, procesos, emplazamientos y mediaciones que se ubican en lo que llamamos contemporáneamente “ecología medial”. No un espacio sino una ecología. Esta propuesta conceptual trae consigo ciertos rasgos a problematizar. Una ecología medial, para la autora Katherin Hayles es una forma de describir las relaciones complejas: “las relaciones entre distintos medios son tan diversas y complejas como aquellas entre distintos organismos que coexisten dentro de un ecosistema donde podemos incluir mimetización, decepción, cooperación, competencia, parasitismo e hiperpasasitismo”.

A diferencia de la noción de red, la ecología medial está asumiendo la diferencia de tesituras, medios, mediaciones, formatos y expresiones técnicas, tecnológicas que ponen de nuevo la pregunta de lo maquinal en el sentido del espacio crítico o de su performatividad como desplazamiento de otros modos de la medialidad que para algunos artistas e investigadores pondrían a los sujetos en formas y redes no democráticas: 

“Los experimentos performativos de la década de 1990 y principios de la de 2000 en los que se basó la discusión filosófica se representaron en un sentido mucho más utópico del mundo digital. La nube afectiva en la que vivíamos en ese momento todavía estaba teñida por el sentimiento de que la conectividad digital era inherentemente democrática e inclusiva.”

Pasados veinte años, el panorama es quizá más claro con respecto a las restricciones y efectos psicoemocionales, políticos y sistémicos que tienen las formas digitales que en términos deleuzeanos serían más máquinas de guerra, o máquinas de control que otros tipo de máquinas, como he estado planteando a través de estos textos. 

Así para la investigadora Susan Kosek: La ontología política moldeada por las prácticas performativas con tecnologías en red atraviesa la delgada membrana entre la performance artística y las coreografías móviles de la vida cotidiana, y adquirirá un mayor grado de urgencia con la expansión del Internet de las cosas ( internet de las cosas).

A partir de este contexto la ecología medial en las que otras prácticas performativas en la digitalidad tanto en el aspecto estético sugieren seguir pensando en modos de estar, modos de ser y es donde la noción de lugar y conjuntividad son fundamentales para pensar en el cómo, que es el objetivo de la creación dramatúrgica en general, y maquinal por tanto en lo particular de la metodología presentada en el presente trabajo. 

El diferencial que estas dramaturgias maquinales proponen para sumar a esta ecología medial son dos conceptos que desarrollaré a continuación: el primero de ellos es la noción de “lugar”, que retomo del investigador Tim Ingolt; y el segundo es la noción de “conjunción” traída del trabajo de Bifo Berardi en “Fenomenología del fin”. 

Estos dos conceptos son fundamentales para abrir la posibilidad de que dichos artefactos ubicados inter y transmedialmente, entre la digitalidad y la fisicalidad encuentren la forma de agrietar maquinalmente otros espacios y funcionamientos mediales, por tanto generen una en dicha ecología grietas y diferencias, en términos orgánicos, abiertos, y sistémicos en diversidad, apertura, injerto, expansión y no controlados, no jerárquicos y no mecanizados. 

Si las experiencias inmersivas digitales están en tensión y generan relaciones de complejidad entre acontecimientos, medios, mediaciones en la digitalidad, entonces podríamos ubicar estas dramaturgias maquinales como potenciadores de una otra ecología medial, donde las transversalidades dadas por la misma dramaturgia pondrían en tensión las relaciones dadas por otros mecanismos y acciones digitales. 

Sin embargo, la pregunta sobre la performatividad y eficacia de agrietamiento está siempre entredicho: las dramaturgias maquinales se ubican también no solo en la materialidad a distintos niveles, sino en la noción metafórica de la práctica estética como espacio posible de narrativas alternativas, perfomances y tramas que ponen en cuestionamiento modos de representación, formas de ser y estar y que reflejan también o ponen en el centro de la acción las formas en las que la ficción y la representación se han desplazado en ámbitos digitales hacia nuevas concepciones, que como ya hemos visto, posiciona a los cuerpos desde nociones como las cuerpo como extensión, injerto o ciborg y por tanto un embodiment distinto a los anteriores producidos con otras formas de mediación y creación poética. 

Quisiera, ahora, describir con mayor profundidad por qué pienso que las nociones de lugar y conjuntividad son herramientas poderosas para pensar estos modos posibles de creación dramatúrgica. 

Tim Ingold comienza su texto de la siguiente manera: 

Quiero discutir, en este capítulo, contra la noción de espacio. De todos los términos que usamos para describir el mundo en que vivimos, este es el más abstracto, el más vacío, el más indiferente a las realidades de la vida y la experiencia. Consideremos las alternativas. Los biólogos dicen que los organismos vivos habitan en el ambiente, no en el espacio, y como quiera que pueda ser, los seres humanos somos sin duda organismos.

Si los humanos somos más que organismos y partimos del hecho de que los lugares posibilitan la experiencia, nuestros cuerpos expandidos, nuestros cuerpos ciborg, para tener una experiencia vital encontrarían lugares en la digitalidad, también, así concibiendo a las expresiones y prácticas intermediales y trasmediales en la digitalidad, fuera y dentro y en sus distintas formas, podríamos asumir para generar un lugar habría que pensar en instalar un “ambiente”, un ecosistema, y por ello la noción de espacio es, como dice el autor, un vacío.

Tim Ingolt, propone una concepción de lugar relacionada más con el tejido que se engarza en nudos a través de los trayectos que hacen los individuos al caminar, al trazar sus huellas en el planeta. De esta manera más que conexiones en una red, habría que observar los cruces que se generan entre trazos. Esos cruces generan nudos que permiten la construcción de lugares. Estos lugares para el autor alemán se relacionan con algo muy concreto, que tiene que ver con el movimiento de nuestras vidas. En su opinión “las vidas no están dirigidas dentro de un lugar, sino a través, alrededor hacia y desde él, desde y hacia lugares en cualquier parte”.

Así los lugares para el autor son “nudos, y los hilos con los que están atados son líneas de caminantes (wayfaring). Una casa, por ejemplo, es un lugar donde las líneas de sus residentes están fuertemente tejidas entre sí. Esas líneas están tan contenidas dentro de la casa, como lo están los hilos dentro del nudo. Ellas más bien dejan una huella que se extiende más allá, solo para quedar atrapadas con otras líneas en otros lugares, como sucede con los hilos en otros nudos”.

Sí concebimos los lugares como esos tejidos que generan nudos pero que se expanden en trazar, los artefactos digitales creados, generan lugares tejidas a partir de dramaturgias maquinales, es decir de nudos donde se dan intercambios de distintas materialidades entre cuerpos en relación que se comunican y median. Esto posibilita una ecología medial, a través de intercambios performativos que generan artefactos donde se dan lugar conjuntos de acciones, escrituras, vínculos, acciones performativas que generan piezas estéticas, archivos, escrituras transmediales, y que podríamos concebir desde estos lugares, como nudos de agenciamientos artefactuales a partir de dramaturgias que no son fijas; que se constituyen a través de acciones, tramas y duraciones que generan vínculos entre cuerpos en espacios digitales y fuera de ellos.

La pregunta que sigue a este despliegue de pensamiento es ¿Cómo generar nudos, lugares? ¿Qué genera lugares en la digitalidad, o qué tipo de entramados pueden generar nudos y trazas, y qué acciones o tramas generan red, generan conexión, generan mecanismo? 

Si concebimos los encuentros de los cuerpos fuera y dentro de la digitalidad, entenderemos que es posible, como el filósofo italiano Bifo Berardi sugiere en su Fenomenología del fin, que existe una diferencia radical entre la conectividad de la digitalidad que desterritorializa subjetividades y por tanto identidades, y la posibilidad de crear relaciones conjuntivas, es decir generar lugares como nudos. 

Dichos nudos digitales serían tejidos conjuntivos que se desplazan, se comparten, fluctúan, generan vínculos entre cuerpos que hacen uso de dichos artefactos inter y transmediales, para tener una experiencia estética en constante transformación. 

Así, el filósofo define la noción de conjunción: 

La conjunción también lleva a la concatenación de cuerpos y máquinas que pueden generar significado sin seguir un diseño preestablecido y sin obedecer a ninguna ley o finalidad interna. La conexión, por su lado, es una concatenación de cuerpos y máquinas que solo puede generar significado obedeciendo a un diseño intrínseco generado por el hombre, y respetando reglas precisas de comportamiento y funcionamiento. La conexión no es singular, intencional o vibracional. Es, específicamente, una concatenación operativa entre agentes de significado (cuerpos o máquinas) previamente formateados de acuerdo con un código. La conexión genera mensajes que solo pueden ser descifrados por un agente que comparta el mismo código sintáctico en que se generó el mensaje.

Si pensamos en la posibilidad conjuntiva de una máquina dramatúrgica que se genera desde esta concepción de lugares y cuerpos en relación, encontraremos que estas dramaturgias posibilitan un agenciamiento y una artefactualidad abierta, dialógica e intertextual; y por tanto, si asumimos la conjunción como la apertura de los cuerpos a la comprensión de los signos y los eventos, y su habilidad para formar rizomas orgánicos, es decir, concatenaciones concretas y carnales de pulsaciones vibratorias de fragmentos corporales con otras pulsaciones vibratorias de fragmentos corporales; entonces podríamos pensar en los lugares digitales que posibiliten a través de dramaturgias maquinales estas relaciones, estos vínculos, esta concatenación de cuerpos como experiencia y mediación. 

Para generar dichas dramaturgias las formas en las que se den más escenas, conjuntos, rizomas, trazas, nodos, lugares tiene que ver con la creación intertextual, con la creación en disociación y por tanto con una creación dramatúrgica que de lugar a que los usuarios devengan participantes, con la creación de dramaturgias expandidas que propongan instrucciones, instructivos, manuales, formas abiertas del texto, para engarzar más que conectar contenidos, acciones dentro de campos digitales, o experiencias de realidad aumentada, en el afuera y adentro de la digitalidad que den agencia a dichos usuarios.