Dramaturgia y mediación

En este texto me gustaría ahondar en la noción de dramaturgia como mediación, y trasladarla conceptualmente a la noción de mediación digital como posibilidad de una escena performativa que se expande a ámbitos digitales. 

Este texto se añade en forma de capa sobre capa, a la conceptualización sobre el cuerpo y las posibilidades de creación dramatúrgica en el marco del giro digital, y por tanto ahondaré en este apartado específicamente en la relación entre el cuerpo como prótesis, extensión y su posibilidad de habitar y crear un lugar donde los lazos y los trazos se expandan en una digitalidad de distintas materialidades a través de dramaturgias maquinales que devienen en múltiples formas de mediación. 

Una mediación, he expuesto anteriormente, que ejecuta al tiempo que crea esa máquina abstracta construida de acciones, cuerpos en vínculo, conjunto de elementos que permite un distanciamiento de lo real, una noción expandida de representación, escritura performativa, ficción y performatividad estética. 

Para ahondar en sus partes, en los elementos y palabras que constituyen estas definiciones, me gustaría tomar prestada la frase del filósofo e investigador, arqueólogo de los medios, Siegfried Zielinski sobre la posición del pensamiento experimental para comprender los medios en la actualidad. El autor escribe: “no buscar lo viejo, lo ya existente desde siempre, en lo nuevo, sino descubrir cosas nuevas, sorprendentes, en lo viejo”.

Si concebimos al teatro como en espacio de mediación, un espacio que transfiere narrativas, representaciones y posibilidad sensibles de interpretación de la realidad, en el giro digital, muchas de las escenas, escenarios y narrativas expuestas por plataformas digitales, en concreto toman de medios anteriores, como he explicado en otros apartados, de la máquina teatral y la interacción de los cuerpos en la escena teatral y los aplican en nuevas mediaciones digitales. 

Así por ejemplo, cuando pensamos en la noción de máquina teatral como la posibilidad de crear mecanismos materiales de creación ficcional, podemos pensar en cómo esa noción puede desplazarse a la creación de máquinas virtuales como las experiencias inmersivas en Realidad Virtual. 

Así cuando se propone la noción de dramaturgia para pensar los entornos digitales y los cuerpos expandidos en representaciones, imágenes y acciones en espacios digitales es importante comprender que se trata de una forma concreta de creación y estructura que necesita revisitarse desde la noción de medio, y así re-interpretar las estructuras que hoy aparecen como nuevas, en realidad como desplazamientos de herramientas de creación tan antiguas como la noción de personaje dramático y espacio ficcional. 

De esta manera, las prácticas transmediales y digitales que hoy nos invitan a interactuar con artefactos que se presentan como piezas, juegos, narrativas visuales e interactivas, espacios virtuales o mixtos, y otro tipo de formatos es claro que se estructuran a partir de una dramaturgia compleja interactiva que ubica a los cuerpos como desplazamientos digitales, avatares, imágenes, perfiles, jugadores para introducirlos a mundos, representaciones y espacios donde se entretejen mediaciones que permiten el desplazamiento de la misma pieza hacia la creación poética, sensorial y narrativa de cuerpos (expandidos) en acción e interacción. 

Estas prácticas y posibles creaciones se conjuntan en el marco de la ecología medial, como mencionaba en el apartado anterior, donde las prácticas performativas y teatrales pudieran ubicarse ya en la cartografía de las mediaciones digitales donde encontramos procesos transmediales que contienen procesos de intermedialización, hipermedialización y procesos de remediación, donde para ello debemos ubicar las posibilidades de estas mediaciones estructuradas. 

Hace ya algunos años se ha venido desarrollando el concepto de dramaturgia medial donde, como lo propone el autor Eckersall, a partir de la aparición de la escena intermedial y transmedial en las artes performativas, es posible pensar en una dramaturgia que suma nuevos lenguajes estéticos de imagen, sonido, performance para conjugar mecanismos mediales que configuran nuevos signos y posibilidades estéticas para la escena teatral y performativa. 

El trabajo realizado en dramaturgia medial busca dar cuenta de una nueva posibilidad de dramaturgia que se posiciona en el marco de las mediaciones actuales: 

A grandes rasgos lo que vemos es que hay evidencia de lo que teóricos como Mark Hansen, Anna Munster y Donna Haraway han reconocido que lo que ocurre en los campos de la actividad simbólica, es más una forma de rematerialización mediada que una desmaterialización, donde las sensaciones corporales y las experiencias sensibles están ahora distribuidas a través de medios técnicos más que disminuidas o desempatizadas. 

La importancia de pensar en la dramaturgia que posibilita mediaciones, pero en la relación entre teatro y su mediación material es fundamental para comprender por qué puede ser útil la re-conceptualización de la relación del cuerpo con la expresión en el espacio teatral, escénico y performativo, la vinculación de la palabra y la escritura como expresión de ese cuerpo expandido y los lugares donde esto se configura en relación al campo digital y físico, ya que en la actualidad muchas de las narrativas de lo real están entretejidas de forma inter y transmedial. 

La escritura en ese sentido se ha complejizado medianamente en su despliegue y por tanto la creación dramatúrgica y la noción de maquinal toma de ellas formas y formatos para trasladarlos a un espacio de posible agrietamiento y apertura.  

En este sentido, no es posible, como apuntan los autores, seguir concibiendo la creación dramatúrgica fuera del campo de la mediación, dadas las circunstancias técnicas y tecnológicas que ya se encuentran física y virtualmente construyendo sentidos y nuevos espacios en las artes digitales, escénicas y performativas. 

Para seguir ahodando en dicha relación, me gustaría abordar la concepción de Zielinski con respecto a la naturaleza de las mediaciones. Para el autor las mediaciones “se pueden encontrar entre la técnica y sus usuarios, en distintos lugares y tiempos. En el medio, procesan, modelan, estandarizan, simbolizan, transforman, estructuran, amplían, combinan y vinculan mediante signos, que a su vez son accesibles a la percepción sensible: números, imágenes, textos, sonidos, puestas en escena, coreografías”. 

Estas mediaciones están sostenidas, podríamos decir, en estructuras abstractas posibilitadas por distintas estructuras, entre estas si pensamos en las estéticas encontraremos a las dramaturgias que específicamente van a tomar en cuenta los distintos lenguajes generados por otros medios para la creación de piezas que cruzan campos estéticos, mediaciones, experiencias ubicadas en el marco de la posdigitalidad vinculadas con el espacio físico teatral, escénico y su relación con la creación audiovisual, visual generativa, live coding, experiencias inmersivas, dramaturgias expandidas, entre otros; pero también las creaciones que hibridan la virtualidad, la realidad mixta, aumentada con la presencia física de los cuerpos. 

Si hacemos este ejercicio de ir hacia lo viejo para encontrar lo nuevo, podremos afirmar que la representación teatral en su nodo sígnico ya vincula varios lenguajes para poder generar un mensaje específico donde la característica principal de dicha mediación es crear un evento extra-cotidiano donde los actores y actrices hacen de otro modo para encarnar una dimensión que podríamos ubicar en un “como si“: es decir, fuera de nuestra percepción de la realidad. 

En esta convención tan antigua de puesta en escena podemos encontrar que ya se hace uso de distintos lenguajes para generar una máquina teatral de representación, donde, al igual que las dramaturgias en entornos digitales se conjugan y se tejen trazos entre materialidades para continuar proponiendo piezas, hoy abiertas e interactivas, de creación de trazos, vínculos, lugares constituidos a través de dramaturgias maquinales.

Para Zielinski, “los medios son espacios de acción para construir ensayos al servicio de la combinación de lo separado”. El vínculo entre mediación y dramaturgia lo encontramos, entonces, en la relación de la creación del signo y el formato específico en el que ese signo es transmitido. La dramaturgia sería entonces ese proceso de composición, de pensamiento que permite ubicar formas y formatos donde los cuerpos utilizan distintos lenguajes para la creación de signos, materiales y duraciones expresivas.

Lo nuevo, podríamos decir, es la posibilidad de generar dramaturgias en relación a una nueva concepción del cuerpo y por tanto del tiempo y el espacio donde esa pieza es ejecutada. Por tanto, dichas dramaturgias cambian de mediación, de forma y formato, aunque los principios de composición y representación de alguna manera puedan rastrearse en los orígenes del drama y la puesta en escena. 

La aparición de la necesidad de construir dramaturgias mediales dado el giro digital es lo que posibilita entonces pensar en formas singulares de creación de máquinas dramatúrgicas críticas que no buscan la transparencia sino la conjunción: es decir dramaturgias maquinales. 

Para comprender la mediación a la que me refiero en el campo de la digitalidad en relación al cuerpo presente y ese traslado de ese cuerpo en tiempo y espacio, deberíamos comprender la mediación como esta acción (abstracta) de ensayar la combinación sígnica.

Para Hans Thies Lehmann el teatro siempre ha unido técnica y tecnología, donde ambas eran y son un medio, es decir, una tecnología específica para la representación. El autor indica que, desde siempre, “el teatro ha consistido en un conjunto de aparatos que simulaba la realidad con la ayuda de la técnica, no solo de los actores; de ahí que el teatro absorbiera inmediatamente todas las nuevas tecnologías que van desde la creación de perspectivas hasta el uso de Internet”.

Si el teatro entonces utiliza la mediación y las tecnologías que van surgiendo para crear una máquina, la mediación de este ejercicio estético de creación de dramaturgias maquinales consiste en crear a través de nuevas mediaciones que generan matices distintos de una experiencia y posicionan al usuario desde un lugar de hibridación, en el afuera físico y la posibilidad de interacción digital. 

Este traslado posible, esta reconfiguración ha sido un proceso del mismo lenguaje teatral y escénico en las últimas décadas. Para Ileana Diéguez, “Durante el siglo XX y fundamentalmente bajo el impulso de las vanguardias y la radical propuesta de Artaud la teatralidad comenzó a variar su arquitectura y lenguaje: con menos peso en el discurso verbal, desestructuración de la fábula, cambios radicales en la noción psicologista del personaje, ruptura con el principio de mimesis y con el realismo decimonónico, y una acentuada preponderancia de lo corporal y lo vivencial. Esta situación, hacia la segunda mitad del siglo XX, vivió un acelerado proceso de radicalización, haciendo de la escena teatral contemporánea un espacio más híbrido a partir de una mayor presencia de las artes visuales, los multimedia y las acciones performativas”.

Esto es: que los mecanismos y tecnologías de dicha mediación se fueron abriendo e hibridando, para pasar del teatro de representación al teatro denominado de presentación, donde la comunicación generada por esa maquinaria se abre para mostrar el artificio de dicha ejecución. A partir de la experimentación con la dramaturgia de montaje y el trabajo sobre el cuerpo, las poéticas devinieron más performativas que representacionales, es decir, el artificio está ahora más vinculado con la acción de los cuerpos en el espacio que con mecanismos de creación de ilusión y mímesis. 

Esta idea de distanciamiento diegético podríamos ubicarla también en el trabajo de Bertolt Brecht, Tadeusz Kantor, o Eugenio Barba quienes trabajaron una poética que rompe con la centralidad del texto dramático en la escena, para abrirla hacia lenguajes desterritorializados y donde el cuerpo y su posibilidad de expresión difiere de la búsqueda histórica dramática de la coherencia y la verosimilitud.

En estas teatralidades vamos a ver aparecer la noción de dramaturgia, ya no en relación al texto dramático sino como composición de la escena donde el sentido de lo que se acciona y se percibe ya no está solo en el lenguaje literario llevado a escena, sino en la construcción del sentido de la puesta en escena como tal. La escena teatral se vuelve el campo del juego del sentido y por tanto las posibilidades de composición teatral cambian. 

Eugenio Barba, director de teatro, figura fundamental en la transformación de la escena teatral de los años ochenta del siglo XX concibe así a la dramaturgia: 

En realidad, cada escena, cada secuencia, cada fragmento del espectáculo posee una dramaturgia propia. La dramaturgia es una manera de pensar. Es una técnica que nos permite organizar los materiales para poder construir, develar y entrelazar relaciones. Es el proceso que nos permite transformar un conjunto de fragmentos en un único organismo en el cual los diferentes trozos no se pueden ya distinguir como objetos o individuos separados.

Si para Barba, en los ochenta del siglo pasado, era evidente que al no trabajar con un texto previo las posibilidades de escenificación y de dramaturgia de montaje se volvían la principal herramienta de construcción de sentido poético, para finales del siglo XX y principios del XXI y la aparición de nuevas tecnologías, las posibilidades intermediales y transmediales en la creación escénica y performativa configuran lo que Hans Thies Lehmann denominó teatro posdramático, que tuvo repercusión también en la materialidad tanto en forma concreta de la escritura dramatúrgica como en la construcción teatral. Dicha creación se abrió hacia un receptor más activo, es decir con más agencia al momento de participar en la experiencia escénica como espectador ya no solo “lector”.

Para el investigador y dramaturgo italiano Davide Carnevali los textos para la escena construyen ya a finales del siglo XX juegos de información completa (o imposibles de completar): ya no son juegos que el receptor completa o puede completar, sino que es “la imaginación lo que le sirve al receptor para organizar datos y disfrutar del juego de interpretaciones. El autor no le está diciendo al receptor: ‘ésta es la historia’, ni ‘estos son los fragmentos de la historia que hay que reconstruir’; sino que será el receptor, en su libre interpretación quien determine sus propias reglas”.

Si la dramaturgia es una forma de pensar, en el siglo XXI esta forma de pensar está ya ubicada más desde las reglas del receptor que a partir de las reglas de la pieza “completa”; si la posmodernidad sacó al texto de palabras de la escena, el siglo XXI construye para un participante y/o jugador. Ya no hay pieza como tal, sino juego de composición donde encontramos formas fabulares que plantean nuevas narrativas en arte-factos de construcción dramatúrgicos pensados para el/la jugador(a), pero también nuevas estructuras fabulares de articulación de una nueva imaginación poética y simbólica que abren, como lo asume Carnevali, otras perspectivas de construcción de sentido a través de la performatividad; es decir, la mediación entre agencias de quienes muestran y de los que reciben que ya no lo hace de forma “pasiva”.

En el mismo tamiz de análisis de lo escritural con palabras, Sara Grochala en su libro The new political play propone una nueva mirada política en la concepción de dramas serios en los últimos años “donde a través de las estructuras dramatúrgicas líquidas estas obras enfrentan la pregunta sobre cómo tener agencia dentro de una sociedad hecha de cambios sociales constantes y ofrecen caminos para re-pensar cómo actuar, planear acciones, calcular expectativas de ganancias y pérdidas de dichas acciones, y para evaluar sus resultados bajo condiciones de incertidumbre endémica”.

La mediación surgida de estas maquinaciones se presenta como intermediación de distintos niveles de relación y lenguajes, así como una relación medial performativa entre espectadores, creadores, materiales, relatos que se experiencian más que se reciben. Por tanto, aparecen nuevas concepciones de lo dramatúrgico que asumen estas mediaciones e intermediaciones, así como estructuras abiertas hacia la re-creación por parte de quienes ejecutan esa pieza; es decir, dramaturgias que generan arte-factos más que piezas estéticas.

Esta noción de artefacto se vincula directamente con la noción de pieza abierta e artefactual desarrollada en otros apartados de esta investigación. Es así que la dramaturgia concebida como mediación y ubicada en el campo de la digitalidad produce artefactos, es decir estructuras de juego performativas, más que piezas autónomas que son percibidas desde la noción de objeto-sujeto. 

José A. Sánchez enfatiza que “al hablar de dramaturgia y no de texto podemos pensar en un espacio intermedio entre los tres factores que componen el fenómeno escénico: el teatro, la actuación y el drama. El teatro es el lugar del espectador (espacio social o de representación); la actuación («performance»), el lugar de los actores (espacio expresivo o de dinamización); el drama es el lugar de la acción, codificable o no en un texto (espacio formal o de construcción). Y podríamos entonces descubrir cómo en distintas épocas y en diferentes contextos, desde cada uno de esos lugares se ha sometido a crítica y transformación a los otros. Podríamos entender también que la dramaturgia ocupa un lugar entre esos tres factores, o más bien ningún lugar. Es un espacio de mediación”.

Si nos posicionamos en el marco que aquí se propone la noción de dramaturgia se ubica como formulación abstracta de vínculos entre elementos separados, también es una acción de mediación que, en el caso de la dramaturgias maquinales, permitiría una distancia vincular y performativa, donde la maquinaria no busca crear ilusión, sino, al igual que los textos denominados por Grochala como dramaturgias líquidas, espacios articulados de forma abierta, con reglas y códigos, palabras y presentaciones que permiten a los y las espectadoras definir en mejor medida qué hacer y cómo hacer con el planteamiento dramatúrgico dado. 

Para el investigador en performance y mediación Peter Eckersall, la nueva dramaturgia medial (New Media Dramaturgy) es un nuevo modo de analizar la mediación performativa, a través de un procedimiento que comprende que el cuerpo/tecnología al lado de las funciones performativas se amplifica más que negar la funciones corpóreas y afectivas de la experiencia digital.

Es decir que en el contexto del giro digital, la dramaturgia como mediación, como intermediación, hipermediación, remediación, transmediación (por nombrar algunas de las posibilidades mediales) posibilita un tipo de pensamiento crítico expandido, que genera puentes entre lenguajes y signos para desplazar la cotidianidad a un lugar (diremos en el contexto de esta investigación performativa) de extra cotidianidad, donde el tiempo y el espacio se ubican más en un devenir que en un espacio-tiempo delimitado. 

En este punto es importante diferenciar la construcción maquínica o mecánica dada por las tecnologías digitales y la producción de dramaturgias maquinales. 

Para argumentar la diferenciación tomo las palabras de Eckersall sobre la nueva dramaturgia medial: 

Más allá es un “nuevo” que busca su límite político -uno que empuja los límites de la forma y la función dentro del espacio artístico en orden de probar, curvar y extender el territorio de lo posible, y al mismo tiempo experimentar, cuestionar y considerar el estado de las cosas: relaciones, conexiones, redes y estructuras.

El ámbito de lo artístico, en principio, siempre buscará empujar los límites desde el punto de vista de lo político. Al igual que las dramaturgias líquidas apuntadas por Sarah Grochala, la nueva dramaturgia medial busca formas y formatos diferenciados de la maquinaria creadas por los emporios tecnológicos. En ese sentido, quiero sumar aquí a las dramaturgias maquinales, como aquellas estructuras mediales que fluctúan y estructuran posibilidades estéticas y performativas de generar lugares, trazos donde cuerpos hechos palabra, imagen y sonido se conjuntan para vincularse desde lugares críticos y activos.

Este agrietamiento de lo performativo de los dispositivos está vinculado con el argumento de los autores Martina Leeker, Imanuel Schipper y Timon Beyes, cuando argumentan que “los nuevos objetos, ahora computadoras, oscurecen sus funciones como nodos e intersecciones de operaciones y mecanismos tecnológicos, donde el intercambio de datos tomados de la agencia humana es transformada en su propia lógica”. 

En este mismo sentido se argumenta la propuesta de Bifo Berardi en tanto la diferenciación entre conexión y conjunción; y es por ello que conceptualmente las dramaturgias maquinales están desplazadas hacia los límites y los soportes mediales en su experimentación y diferenciación de esa otra performatividad que genera lógica, mecanización y transparencia (aquí los autores hablan de oscurecimiento, que desde mi punto de vista es el mismo concepto pero desde la negatividad del concepto de transparencia anteriormente explicitado). 

La mediaciones: intermedial, hipermedial y remedial a través de las cuales se expresan y se performan las dramaturgias maquinales son tales que podrían ubicarse dentro de esta ecología al lado de la dramaturgia medial crítica, de las constelaciones performativas, los tecnoactivismos y los proyectos en deriva que intentan agrietar dispositivos maquínicos. 

Me gustaría, por este motivo, amplificar ciertas características de dichas mediaciones con el fin de seguir especificando, ya en un nivel menos conceptual y más en el ámbito formal, las mediaciones de las que hacen uso estas dramaturgias maquinales, desde la compresión a partir de la exposición en los párrafos anteriores de la re-conceptualización de la noción de dramaturgia como mediación entre espacio de representación y estética performativa, los cuerpos en vínculo, la creación de signos y la estructura que sostiene dicho artefacto en este caso en relación a las nuevas tecnologías y la ecología digital. 

Dichas dramaturgias maquinales se oponen en términos de creación digital que intenta transparentar el medio. Para los autores David Jay Bolter y Richard Grusin: 

La realidad virtual, las imágenes tridimensionales, y el diseño de interfaces gráficas, buscan todos ellos hacer que la tecnología digital sea “transparente”. En ese sentido, la interfaz debe ser de tal modo que se borre a sí misma, de modo que el usuario pierda la consciencia de estar usando un medio, y en su lugar se halle directamente frente al contenido de ese medio. 

Es así que las dramaturgias maquinales frente a interfaces y experiencias digitales que intentan conectar y transparentar la mediación, lo que producen son arte-factos que buscan, como lo ha buscado la hipermediación en contraste a la borradura del medio, hacer aparecer. 

Quizá en términos estéticos, este hacer aparecer, se vincula con el espacio crítico de agrietar máquinas, generar lugares de reflexión y contemplación de los artificios que nos obligan también a poner foco en las otras mediaciones; es decir, en las mecanizaciones, en la performatividad de la digitalidad que intenta generar la ilusión de estar “presentes”. 

Si ubicamos estas prácticas en el campo fronterizo entre escena teatral y digital, podríamos decir que en su hibridación las dramaturgias maquinales pueden construir nuevas mediaciones, estructuras y máquinas abstractas que se ubican como displicentes, contra-hegenómicas y por tanto políticamente crispadas, pero que esta mediación no es ajena al entramado dramatúrgico histórico. 

Si concebimos a la puesta en escena como una pieza transmedial, podemos entonces comprender que las mediaciones producidas por la dramaturgia contemporánea, desde la noción de teatro posdramático abre las posibilidades de mediación en tanto los formatos posibles de seguir generando capas de mediación, donde podríamos decir, en general, se utiliza de forma hipermediada el lenguaje audiovisual, sonoro y hoy digital en la escena. Autoras como Urs Meyer, ubican las nuevas mediaciones de la siguiente manera: 

El hecho de que la mediación tome lugar como función artística no está solo ligado a la revolución de los medios masivos al final del siglo diecinueve, sino que también es resultado de un proceso auto-reflexivo consciente del uso de la mediación. Y esto comienza a aparecer en la producción literaria desde la década de los setenta y hacia adelante y resulta más evidente en los ochenta y noventa del siglo pasado —un desarrollo que correlaciona la progresiva hibridación de la cultura, caracterizada a través de la penetrabilidad medial más que la diferencia entre medios.

El análisis de la mediación de piezas artísticas en distintos campos estéticos se vincula con el estudio de la dramaturgia como estructura y mediación en el campo de las artes escénicas y performativas a finales del siglo pasado y estos primeros años del siglo XXI. 

La aparición de la digitalización como medio para el campo estético de la teatralidad, desde sus distintas capas de materialidad, posibilita la conformación de estructuras multimediales que juegan con la posición de los cuerpos frente a esas experiencias perfomativas. La vinculación y la posición de dicha medialidad será lo que determine, en gran medida, la estética performativa de dicha pieza, la forma concreta en la que los y las espectadoras interactúan, participan y agencian dichas dramaturgias. Por tanto, la forma y la mediación se vuelven focales en tanto que ya no se dan por sentadas, como sucedía en el canon dramático o cinematográfico, donde la mediación desaparece, sino que se vuelve evidente y se posiciona como parte de la auto-reflexión de las propias piezas. Es así que la hipermediación y la remediación serían formas mediales que se verán sin duda en muchas dramaturgias maquinales donde la hibridación y la transmediación construyen posibilidades fluctuantes y vinculatorias de materiales, tanto en el afuera de la experiencia digital como dentro de ella. 

Esta diferencia se suma a los esfuerzos de la investigación sobre dramaturgia y mediación de autores como Robin Nelson que describen su posición en el siguiente sentido: 

A través de la historia de las artes y las mediaciones, diferentes disciplinas o artes han trabajado juntas en un rango de combinaciones. El teatro griego y el teatro jacobino, por ejemplo, amalgamaron diferentes combinaciones de palabras, visuales, sonidos y movimiento. Algunas aproximaciones recientes a la intermediación continua considerando la diferenciación entre formas de arte y cómo éstas se relacionan entre sí, o como son trasladadas una en otra. 

De esta manera, dentro de la investigación de la intermediación, la transmediación encontramos la diferenciación de lo hipermedial y la remediación. Como mencionaba en párrafos anteriores, la remediación, que trata de vincular medios antiguos en nuevos, y viceversa, y la hipermediación, que hace aparecer el cruce de materiales y lenguajes en el sentido de las formas y formatos en las que se materializan dichos cruces, serían modos mediales en los que las dramaturgias maquinales podrían posicionarse frente a la ilusión de la transparencia de la creación digital. 

Esta posición estético-política se vincula entonces con la concepción del cuerpo como injerto y extensión, como una expresión más allá de una forma delimitada. Abrir el campo de la digitalidad hacia la experiencia crítica de diversas materialidades es fundamental para agrietar mecanismos que intentan crear una sola coherencia de los hechos, los conceptos y las narrativas. 

Las estructuras concretas para generar dramaturgias maquinales como juegos de experiencia transmedial son variadas y posibles. Dichas dramaturgias toman en cuenta entonces la posibilidad de re-pensar el cuerpo desde un lugar menos delimitado, más poético y posmaterializado. Esta relación entre cuerpo y máquina, entre posibilidad escritural y dramaturgia maquinal nos lleva a indagar en materialidades y conjunciones fluctuantes que abran el juego al receptor, donde como mencionaba Carnavali, se trata de experiencias que permiten al espectador convertirse en jugador crítico y reflexivo que recupera la agencia necesaria y por tanto, construye una noción de sí a partir de dicha experiencia subjetivante. 

La dramaturgia medial por tanto, es una herramienta fundamental para comprender el lugar de la mediación en estas nuevas composiciones. Ubicar a los cuerpos en el centro de la experiencia también lo es, al igual que el pensamiento sobre el tiempo y el espacio, de lo sincrónico y asincrónico posible, así como en la postura crítica necesaria para generar arte-factos que tomen un lugar dentro de la ecología medial y digital como extensiones, devenires maquinales que abren a la diferencia desde la posición del cuerpo y todo lo que ello implica en relación al lenguaje con palabras, la imagen, la acción performativa y otros modos de expresión que en conjunto pudiesen construir una dramaturgia maquinal.