Artefacto, cuerpos y conjuntos
Me gustaría comenzar este texto aludiendo a la concepción que apuntan Deleuze y Guattari sobre las máquinas y sus materialidades: “Hay máquinas materiales e inmateriales, máquinas técnicas y máquinas imaginarias, máquinas deseantes y máquinas abstractas, máquinas dentro de otras máquinas y aún dentro de otras máquinas, anidadas como fractales”.
Desde esta concepción de lo maquinal se ubica también la creación de Dramaturgias maquinales. Por tanto, toda esta configuración conceptual asume la posmaterialidad de este concepto y su artefactualidad, donde existen capas de diversas tesituras, de ambiguas formas y de posibles derivas que no necesariamente contienen una sola o un solo tipo de materialidad, es decir se trata de salir de la posición dicotómica entre los físico y lo virtual y entrever las relaciones y vínculos de las distintas formas de materialidad y su poiesis como dramaturgia posmaterial.
De estas materialidades e hibridaciones (las de las dramaturgias maquinales) pueden derivar, entonces, distintos tipos de máquinas. Estas máquinas asumen que no hay distintos o separación entre el cuerpo fuera de la máquina o dentro de la misma.
Si toda máquina está entrelazada entre materia, cuerpo y agencia, de lo que estamos tratando en estos textos es de dar cuenta de las diferencias entre un tipo de máquinas mecánicas en ámbitos digitales y otras posibles que abran esos mecanismos a distintos modos de agencia por parte de cuerpos en relación entramadas en distintas materialidades y que derivan en la creación poética intermedial, transmedial de esos cuerpos creando nuevos mundos (a través de la representación, presentación, performance, o escritura performativa, entre otras prácticas performativas estéticas).
De aquí que podemos pensar en esta mezcla de materialidades que da también o abre a trazas maquinales, y que se puede ubicar dentro el campo de la posmaterialidad, donde una nueva dramaturgia medial “toma seriamente la idea de que toda la materia contiene agencia y cruza distintos materiales y los pone en relación”.
Esta afirmación de Rebecca Schneider se refiere más a las producciones performativas y estéticas en la llamada nueva dramaturgia digital, y no tanto en relación con los mecanismos que se generan en ámbitos digitales en relación a cuerpos, algoritmos, formas y formatos que se vienen desarrollando en plataformas digitales y distintos medios: redes sociales, creación de hubs, metaversos y mercado, videojuegos e interacción, etc…
Dentro de la ecología medial, entonces se abre un espacio para las prácticas performativas estéticas. Dentro de este campo es que podemos ubicar a las máquinas dramatúrgicas en el campo de la ecología medial, como artefactos posmateriales.
Ahondaré, entonces, sobre un vínculo muy claro entre nuevos materialismos, que en este caso denominaré posmaterialidad, en primer lugar, para después engarzar esta posmaterialidad a la posibilidad de que cuerpos expandidos en prótesis puedan generar un lugar donde interactuar digitalmente para producir una experiencia subjetivante. Este tipo de experiencias, de hecho, se dan ya desde hace décadas dentro y en relación a dispositivos, juegos y experiencias inmersivas.
La singularidad de esta artefactualidad quizá resida en tres características. La primera es su condición de conjunto; la segunda, la distancia dialógica entre partes y por tanto la posibilidad de generar lugar; y la tercera, la posibilidad de darle al interactor la agencia para elegir, reflexionar y dar cuenta de la materialidad expuesta en dicho artefacto.
Si la posmaterialidad es la mezcla de materialidad, la artefactualidad de la que aquí escribo está relacionada con la concepción del teórico Luis Miguel Isava cuando expone lo que para él es un artefacto cultural:
En la materia del artefacto cultural se escenifica –uso esta expresión con toda la intención– en efecto, lo que dicho artefacto hace (“pone en obra”); pero dicha escenificación no se sustenta en la materialidad misma sino que, al contrario, le otorga de manera compleja otra forma de existencia, de “realidad”, a esa materialidad. De hecho, dicha “realidad” sólo puede pensarse desde el “poner en obra” del artefacto, desde lo que dinamiza sus rasgos, es decir, la cultura; lo que necesariamente abre la posibilidad de plantear que, en lugar de la materialidad, es una cierta virtualidad lo que determina las características del artefacto cultural; una virtualidad que atraviesa y transfigura con su operación la materialidad misma del artefacto.
Si tomo la noción de virtualidad en la artefactualidad de la cultura y la traslado a lo que sucede con el despliegue de las dramaturgias maquinales en su materialidad, encontraremos que aparece una posibilidad de virtualidad, de extensión y de inmaterialidad en las mismas. De esta forma, también las dramaturgias maquinales son artefactos culturales y estéticos.
La característica singular, entonces de un artefacto dramatúrgico instalado en la digitalidad que busca generar una máquina abstracta dentro de una ecología medial, es la posibilidad de poiesis virtual e híbrida de dichos artefactos.
Si las dramaturgias maquinales juegan a ser máquinas abstractas no formales, que devienen virtuales y artefactuales el siguiente paso que aparece como importante a tomar en cuenta en la diferencia entre una agencia de un cuerpo físico, el embodiment que éste genera y el generado en la digitalidad para comprender más concretamente cómo funcionan estos artefactos y qué agencias dotan a esos cuerpos y de qué maneras, donde entonces aparece claramente la noción de cuerpo ciborg, o cuerpo prostético.
Para generar una interacción entre los cuerpos y estos artefactos necesitamos por tanto trasladar también o re-ubicar la noción de embodiment desde este nueva posibilidad digital y posmaterial. Aquí entonces podemos pensar en cómo se articula la noción de prótesis para relacionar materialidades, nuevas posibilidades digitales y experiencias subjetivantes, ya que ante las nuevas formas de prótesis del cuerpo también se pueden dar nuevas formas de interacción y por tanto de apertura a formas y formatos en la digitalidad que den cabida a vínculos y presentes expandidos distintos.
Las dramaturgias maquinales, son artefactos posmateriales que tienen la singularidad de generar desde cuerpos trasladados a una escena digital performativa desde cuerpos ciborg, que producen nuevas relaciones entre distintas materialidades y materiales.
Para la investigadora Alejandra Balcarce, “en la problemática de la prótesis, la corporalidad del otro aparece como un modo de interpelación. Butler señala que esta dislocación de la materia puede entenderse como una manera de abrir nuevas posibilidades, de hacer que los cuerpos importen de otro modo”.
Cuando pienso en los otros modos del cuerpo, no solo pienso en la performatividad de identidad o en las formas posibles de vincularse en el plano de lo físico, sino también a través de nuevas prótesis pensadas como dispositivos digitales.
Si esto es así, y existe como asegura Bifo Berardi una tendencia de la digitalidad a conectar y mecanizar esos lazos, los ensamblajes maquinales desde la noción de Deleuze y Guattari me ayudan a posicionar dichas Dramaturgias maquinales como agrietamientos de otras máquinas, éstas últimas enfocadas en producir mecanismos algorítmicos y mecanisistas para contraponer otro tipo de entramados.
Así, estas otras máquinas intervienen esas conexiones de máquinas digitales para posibilitar interpelación de los cuerpos, tensiones otras, derivas desmarcadas de la producción de conexión que genera, lo que los investigadores llaman, una performatividad mágica o de creación de ilusión en ámbitos digitales; que es utilizada para crear, en concreto, una interacción mecánica de cuerpos que conectan en diversos niveles de dimensiones digitales donde en ningún momento aparecen ni la posibilidad de distanciamiento del dispositivo, de la interfaz o la ilusión digital generada para tal fin.
De esta manera no hay forma, como lo afirma Gerald Raugin citando a Marx: “Este sistema automático de maquinaria que parece ser puesto en marcha por «una fuerza motriz que se mueve por sí sola», en definitiva este autómata, no es sin embargo imaginado por Marx en el «Fragmento» como un aparato puramente técnico, como una composición puramente a-orgánica, no-viva, sino más bien como algo que consiste en numerosos órganos mecánicos e intelectuales. Los trabajadores y trabajadoras que manejan los aparatos forman parte de la máquina tanto como el trabajo intelectual y cognitivo de quienes la han desarrollado y han producido el entorno social de la misma: economistas, directivos, ingenieros”; por tanto para pensar en posibilidades maquínicas desde el punto de vista de máquinas abstractas o en contradipositivos dentro de otras máquinas, ya no es posible separar el afuera y el adentro de la digitalidad, así como entender la tecnología como separadas de los cuerpos que las utilizan.
Si esta división no es ya posible, en los entramados de la digitalidad, es decir en una posición transmedializada de los cuerpos, entonces es posible concebir máquinas abstractas como entramados en el afuera y adentro de la digitalidad.
Por otro lado es interesante hacer nota que la definición de máquina abstracta de Deleuze y Guattari para comprender no tienen una materialidad definida, así describen: “se aboca en ver a las máquinas en su compleja totalidad, y todos los avatares tecnológicos, semióticos y axiológicos, y se resiste a asimilarlos como mecanismos o formas vitalistas, o cualquier concepto que las esencialice a ellas o a los ensamblajes que ellas componen”.
Por tanto, estas Dramaturgias maquinales son una materialidad hecha de varias densidades, mediaciones y construcciones poéticas, ya que rompen con cierta coherencia mecánica. El objetivo de las dramaturgias maquinales, la igual que las máquinas abstractas pensadas por Deleuze y Guattari son informales, crean gesto y por tanto fundan lugar.
Así, en sintonía con los autores de Mil mesetas las dramaturgias maquinales son artefactos multinodales, se tratan de entramados dramatúrgicos no formales, que como escriben los autores, serían una especie de máquinas abstractas en el siguiente sentido: “En un primer sentido, no existe la máquina abstracta, ni máquinas abstractas que serían como ideas platónicas, transcendentes y universales, eternas. (…) Así pues, siempre son singulares e inmanentes (…) Las máquinas abstractas exceden toda mecánica. Se oponen a lo abstracto en su sentido ordinario. Las máquinas abstractas se componen de materias no formadas y de funciones no formales”.
Para el filósofo Bifo Berardi, y aludiendo a esta noción de conexión y mecanización de sujetos en ámbitos digitales: "En el curso de los últimos treinta años, la transición desde la tecnósfera mecánica a la digital ha provocado una mutación en la textura de la experiencia humana y en el tejido mismo del mundo. El modo conjuntivo de interacción social que había prevalecido desde la revolución neolítica ha sido rápidamente reemplazado por un modo de interacción conectivo. Este último comenzó a imponerse cuando las interfaces automáticas de las máquinas de información invadieron e inervaron la esfera lingüística”.
Y es a partir de esta noción de desplazamiento en la esfera digital que las dramaturgias maquinales encontrarían su utilidad. En el funcionamiento de estos artefactos, de estas Dramaturgias maquinales, los cuerpos están compuestos de injertos, prótesis y expansiones más allá de su fisicalidad, aunque tienen una materialidad singular dada. Podríamos decir que se trata de gestos poéticos instalados por cuerpos expandidos, en una ecología medial y que performan y permiten al interactor jugar con ellas. Esta misma dramaturgia maquinal da cuenta de ello.
Con el objetivo de conceptualizar y encontrar modos concretos de crear Dramaturgias maquinales como lugares que se instalan en contraste con otras máquinas, la noción de conjunción en relación de diferencia con el concepto de conexión explicado por Franco “Bifo" Berardi también aporta luz, en tanto la diferencia o la posibilidad crítica de estas Dramaturgias maquinales.
Para Bifo Berardi “en un rizoma no hay principio ni fin, según Deleuze y Guattari, quienes propusieron que vemos la realidad como un rizoma infinito, es decir, como una concatenación abierta de conjunciones y… y… y…”. El rizoma es una conjunción, no una conexión. El rizoma es un modo de pensar de forma compleja donde los nodos no van tejiendo una red de conexiones sino nudos de donde parten trazas.
En su análisis del texto “Rizoma” de los filósofos Deleuze y Guattari, Bifo Berardi apuesta por una filosofía de la concatenación conjuntiva más que de la conectiva. Pone en perspectiva los cambios culturales a partir del giro digital cuando escribe: Considero que la transición —en curso— de la infoesfera alfabética hacia la infoesfera digital refleja un desplazamiento del modelo cognitivo de concatenación conjuntiva hacia un modelo de concatenación conectiva.
Este giro para el filósofo italiano, mecaniza las interacciones, desplaza la noción de identidad y territorio y de alguna manera precariza la psico-emocionalidad de los vínculos. Sin embargo, no demoniza la digitalidad como tal sino que pone en perspectiva las posibilidades de generar de nuevo concatenación conjuntiva dentro de dichas mecanizaciones dadas; afirma que “el modo conjuntivo de interacción social que había prevalecido desde la revolución neolítica ha sido rápidamente reemplazado por un modo de interacción conectivo”.
En el marco de las dramaturgias maquinales, es justamente este cambio en la esfera digital lo que dota el piso de posibilidad para generar piezas que den lugar a experiencia subjetivantes estéticas donde encontramos que la emoción es una concatenación de cosas, eventos y percepciones inconexas; y que por tanto si lo que queremos lograr son espacios, lugares de encuentro donde se concatenen cosas, eventos y percepciones inconexas, en las dramaturgias maquinales podremos encontrar modos, despliegues concretos para lograrlo a partir de herramientas de la tradición dramatúrgica escénica y performativa aplicada a esferas digitales.
Estas posibles experiencias estéticas pueden ser creadas desde distintos campos disciplinares y prácticas artísticas. En el marco de esta investigación el foco está en la posibilidad de crear artefactos singularizados desde la noción de dramaturgia digital, específicamente nombrada maquinal.